Miradas cruzadas

Miradas

Miradas Cruzadas

Caminaba con los pasos más lentos que podía porque sabía que una vez que llegara a la esquina ya no habría vuelta atrás. Me preguntaba si sería cierto eso que dicen que si dos personas que se alejan de espaldas y se dan vuelta a mirarse a la misma vez es porque se importan una a la otra. Me daba miedo pensar que si me daba vuelta y no te veía mirándome se me rompiera el corazón. Ya me había pasado antes. Pero entonces no sentía tanto por alguien. También pensaba que tal vez era mejor seguir viviendo en la feliz ignorancia. Mientras caminaba, las piernas me temblaban demasiado, sentía una opresión en el pecho y una muy extraña excitación. Todo esto no era nuevo porque es lo que siempre había sentido cuando estabas cerca. Todavía recuerdo tu extraña pregunta luego de un tiempo de haberte conocido. —¿qué te pasa conmigo? —eso me preguntaste. Y yo no había encontrado ninguna respuesta para darte. Ahora quedan pocos segundos para que tome mi decisión. Y así como me llevó todos esos minutos el decidirme, así de rápido me di la vuelta. No dudé un instante y mantuve mi cabeza erguida para poder cruzar rápido la mirada contigo. Porque sentía mientras caminaba de espaldas que tus ojos estaban clavados en mí y la idea me gustaba demasiado para no darme vuelta. Claro que podría haberse tratado sólo de una cuestión de deseo más que de mi intuición. Esta vez no tenía seguridad alguna porque me costaba bastante tener objetividad. Sentía que era un momento demasiado trascendente y que nunca me había pasado algo tan fuerte antes. Además, no podía dejarme engañar porque siempre he detestado la ignorancia y sé muy bien que no trae ningún tipo de felicidad. O sea que la idea de tener alguna elección era falsa. ¡No tenía ninguna otra alternativa que hacer lo que hice! Cuando estuve más cerca y vi tus ojos fijos en los míos fue allí cuando supe que había tomado la decisión correcta. Y entonces volviste a preguntar lo mismo. —¿qué te pasa conmigo? Pero en un tono más urgente. Y esta vez sí supe que contestar. —la rosa no existe sin el tallo. Y viceversa. Y eso es lo que somos. ¡Eso es lo que nos pasa!”. Y esa fue la primera vez que te vi sonreír.
Rosi Pellier
ESCRITORA
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