Sombras

Siluetaen la pared

Sombras

Había salido amparado por la oscuridad. Las calles estaban desiertas. Silenciosas. Muy oscuras. Cada tanto se veían a lo lejos las luces azules de los patrulleros. Decidí prestar mucha atención para evadirlos. Tenía que investigar qué pasaba. Desde lo alto de mi edificio había estado viendo esas extrañas luces. Desde que la cuarentena había sido decretada y luego de las 2 a.m. en ese lugar que no quedaba lejos de mi casa, esas luces comenzaban a descender y ascender cada noche. No creo que sea el único que las haya visto pero no había visto nada en las noticias que indicara que alguien más las había notado. Así que me fue imposible dejar de investigar algo tan inusual. Si estaban pasando eventos extraños y existían cosas que no nos habían contado, por supuesto que yo, como buen periodista, me sentía en la obligación de investigarlo. Elegí esa noche porque estaba más oscura de lo normal y además llovía intensamente. Creía que así iba a correr menos riesgo de ser descubierto. Con ese clima, hasta la policía suele salir menos. No me separaba mucha distancia del lugar, pero no tenía idea con qué me podría encontrar en mi camino. No era una zona por la que solía transitar. Cuando estuve lo suficientemente cerca supe que se trataba de un lugar abandonado. El frío era tan intenso que se notaba mi respiración en el aire. Sólo llevaba conmigo mi cámara de fotos, el móvil silenciado y una pequeña linterna. No había mucha vigilancia y al parecer tampoco cámaras. Decidí entonces intentar pasar por el fondo. Encontré un sitio por donde trepar sin mucha dificultad y así lo hice. Ya estaba dentro de la propiedad. El corazón me latía con violencia debido a la excitación. No había nadie a la vista. No se escuchaban movimientos. Miré la hora y vi que era 1:30 a.m. Aún faltaba media hora para que aparecieran, como cada noche, las extrañas luces. Busqué un lugar desde donde poder esperar y lo hallé cerca de unos barriles de madera. Había muchos desparramados por el lugar. Algunos en mejores condiciones que otros. Así que se trataba de una bodega—pensé. En algún momento lo había sido. Ahora era solo un sitio abandonado. Me quedé ahí quieto y en silencio. El frío se hacía sentir y los minutos parecían no pasar. De pronto una luz se encendió en el fondo. Estaba muy lejos. Me obligó a acercarme para poder ver algo. Intenté acercarme de la forma más silenciosa posible. Pero no noté el balde metálico hasta que lo tumbé. El ruido que hizo retumbó en todo el lugar. Maldije y me quedé temiendo lo peor. Pero nada pasó. Nadie salió. No se encendieron más luces. No se escuchó nada. Respiré aliviado. Miré el reloj de nuevo. Sólo habían pasado quince minutos y faltaban otros tantos. Me asomé lentamente a uno de los sucios ventanales y miré dentro. No podía ver bien. Pero algo se movía en el interior. Tomé la cámara, la puse en infrarrojo y disparé varias veces. Fue entonces cuando apareció la niebla. Sólo tardó segundos en esparcirse, por todo el lugar y no me dio tiempo a nada. Solo me quedé observándola y pensando que hacía algo más de frío que antes y supongo que fue entonces cuando me quedé profundamente dormido. O eso me pareció porque no podía abrir los ojos por más que lo intentara. Ni lograba mover músculo alguno no importaba el esfuerzo que hiciera. Eso me llevó a pensar que estaba dormido. Pero en determinado momento no pude evitar que me invadiera cierto pánico y justo entonces escuché la voz que me hablaba. Sonaba pausada, me era desconocida pero aun así no me parecía demasiado extraña. Seguía sin poder moverme, pero escuchaba perfectamente. Luego me di cuenta de que las palabras las percibía directamente en mi cabeza. Esa voz estaba dentro de mi mente. Era una suerte que sonara tan tranquilizadora—pensé. —no deberías estar aquí. Pero no temas. Nada te va a pasar. Estamos trabajando para ustedes, los seres de la Tierra. Para salvarlos. A todos los que podamos. Nos llevamos las almas de los que no sobreviven. Vivirán entre nosotros. La mayoría aún no está preparada para saber de nosotros. Aún no lo están. No ha sido accidental la liberación de este virus. Pero no temas, pronto pasará todo. —un sonido familiar me había hecho abrir los ojos. ¡Era el suave ronroneo de Germán en mi oído! Había estado más cariñoso que de costumbre desde que estábamos en cuarentena. Luego de acariciarlo un buen rato, me levanté y salí al pasillo y vi que ya habían traído el periódico—¿era miércoles? ¡hubiera jurado que era lunes! Busqué el móvil y lo hallé en la mochila, junto con la cámara de fotos. No le quedaba mucha batería. Tomé la tarjeta de memoria y la puse en el ordenador para descargar mis últimas fotos. Esa era una rutina diaria que solía tener para evitar que se acumularan y evitar indeseadas pérdidas de material. Las iba pasando y revisando automáticamente hasta que llegué al final. Entonces se despertó mi interés porque resultaba que había tres fotos que no recordaba haber tomado. Las miré más de cerca. —pero… ¡qué! —murmuré para mis adentros. No comprendía nada. En esas fotos se veían seres, sombras extrañas. No sabía cómo definirlas. No sabía cómo esas fotos habían llegado a mi cámara. Estaba tratando de pensar con más claridad cuando sonó el móvil y escuché la siempre estridente voz de mi jefe decir— ¡tienes que venir ya!¡Tenemos mucho trabajo! Yo lo escuchaba y no podía articular palabra. —¿me has oído! ¡Están aquí, ellos están aquí! ¡Te necesito ya!
Rosi Pellier
ESCRITORA
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